martes, 15 de noviembre de 2016
Mi cuerpo no quiere morir
Durante la noche, por un instante, note que me moría, de pronto todo se oscurecía y ya nada más había allí, fue por un momento, una sensación de quietud eterna me invadió y de pronto lo vi, mi cuerpo se resistía a fallecer, la sola idea de no existir más lo aterra; trate de explicarle que morir es parte del ciclo de la vida, de un plan mayor creado por la naturaleza; que este plan tenia que ver con la capacidad de renacer que tiene la humanidad en cada niño, y que la muerte era un proceso necesario para abrir paso a las nuevas generaciones. Mi cuerpo no lo comprendió y se lanzo a llorar de una manera desahuciada, desconsolada. El no podía comprender por que es necesario morir, aunque viniera cualquiera predicador de cualquier doctrina religiosa y se lo explicara de mil maneras distintas, a él no le importaba, simplemente no quería morir.Le pedí que se calmara y que me explicara por qué. Le tomo un momento, hizo una pausa y me explicó: -"Es que me gusta ser yo, existir, sentir y vivir. No quiero irme"-, entonces era necesario que repregunte y le exigiera que me ilustre, que me cuente ¿que cosas de ser tu, existir y vivir son las que te agradan? Entonces continuo diciendo: -"De ser yo, todo. Recuerdas como jugábamos en el parque, en los columpios, aun me agrada, el rechinar de las cadenas con el movimiento, las vueltas de la calesita, jugar a las escondidas; el contacto de los labios de nuestro primer beso, correr el colectivo cuando llegamos tarde algún lugar, la incertidumbre de aprender cosas nuevas, la timidez que me da relacionarme con las personas, la angustia que tengo cuando fracasamos, las lágrimas que derramamos con las tristezas, las carcajadas compartidas con amigos, la emoción de los logros obtenidos, la furia que me dan las injusticias, la paz que me traen los abrazos y caricias. Cada sensación que me demuestra que estoy vivo, la fuerza que hago cuando levanto un objeto, el oxigeno que entra en mis pulmones, el cansancio de las piernas al caminar, o el dolor que siento si me lastimo, la sensación del viento, la brisa que acaricia mi piel, la arena de la playa, el polvo de las calles, el frió el invierno, el calor del verano, el sol en la cara. Y de vivir, todo, todo lo anterior sumado a compartirlo con alguien. No era difícil comprender que es lo que no quería dejar, todo eso comparado con el vació que le implica morir era comprensible. Mi cuerpo, es como un envase en el que yo habito, y él tiene una conciencia aparte de mi, una a la que llaman instinto de supervivencia, este instinto que le prohíbe morir, es el que lo mantiene con vida, es el que le enseña a disfrutar cada circunstancia, cada sensación que le haga saber que esta vivo. El necesita de un mar de emociones para continuar, carecer de ellas implica que ya ha dejado de existir, y eso al cuerpo lo aterra, y sufrirá un gran malestar, un dolor terrible intentando resolverlo, por que el sabe que de una manera u otra el ciclo de la vida se debe cumplir.Entonces, lo medite un momento, y le hice una propuesta, le dije: -"Hagamos un trato, vivamos plenamente, disfrutemos de todas las sensaciones que podamos experimentar; ama, ríe y llora; equivoquemonos todo lo que podamos, produzcamos todos los éxitos posibles, llenemos de saberes, escuchemos a cada persona en el mundo como si fuesen grandes sabios y compartamos todo lo que podamos, si lo haces así, prometo acompañarte todo lo necesario mientras logras que nada en el mundo quedase pendiente, y cuando nuestra vida termine iré por todo el universo pregonando que viviste para ser feliz, entonces tu vivirás en el recuerdo, y aun podrás seguir siendo tu"-. Se tomo un momento para pensarlo, al principio dudo, refunfuño, chisto, hasta que por fin dijo si acepto y con gran alegría afirmó: -"¡Si Vivamos Plenamente!"-
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